El CBD no sólo tiene un efecto relajante en el cuerpo: los estudios sugieren que el cannabidiol también puede tener efectos antioxidantes y antiinflamatorios. Especialmente emocionante: el CBD parece tener incluso un efecto neuroprotector en el sistema nervioso central y podría ayudar a aliviar las reacciones de estrés. Estas interacciones con el sistema endocannabinoide han despertado desde hace tiempo el interés de investigadores de todo el mundo.
El CBD en la cocina ya no es un experimento para muchos, sino parte integrante de las recetas modernas. Sin embargo, para garantizar que el ingrediente activo de la planta del cáñamo no sólo despliega su efecto, sino que también convence en términos de sabor, merece la pena echar un vistazo más de cerca a los fundamentos.
Las grasas desempeñan un papel crucial. El cannabidiol se disuelve mejor en aceite, mantequilla o grasa de coco. Sin estos ayudantes, la sustancia no entra correctamente en el cuerpo. Por lo tanto, asegúrate siempre de ingerir suficiente grasa: así la absorción funciona mucho mejor.
El calor, por otra parte, puede convertirse rápidamente en un problema. Por encima de los 150 grados, el CBD empieza a perder su potencia. Por tanto, freír a fuego vivo o guisar durante mucho tiempo no es una buena idea. Mejor: mézclalo en el plato terminado al final o utilízalo en platos fríos.
La distribución también merece atención. ¿Aceite de CBD rociado en una cucharada de sopa? No es una elección acertada. Es mejor mezclarlo bien para que cada bocado aporte la misma cantidad de relajación. De forma similar a la preparación del té de cannabis una buena agitación ayuda a que los ingredientes se distribuyan uniformemente. Sólo así se puede calcular la dosis de forma fiable.
El sabor tiene su propia nota. Ligeramente terroso, sutilmente amargo: perfecto para sabores fuertes. Salsas de tomate, salsas con aguacate, pasta salada... El CBD se integra armoniosamente allí donde intervienen hierbas, ajo o cítricos.