En la agricultura y la industria alimentaria, la energía se utiliza para diversos fines. El consumo directo de energía incluye el consumo de electricidad para el riego automático, el consumo de combustible para la maquinaria agrícola y la demanda de energía en varias etapas de la elaboración, el envasado, el transporte y la distribución de los alimentos. El uso de pesticidas y fertilizantes minerales da lugar a grandes cantidades de consumo energético indirecto, ya que la producción de estos insumos es muy intensiva en energía. Aunque la proporción varía mucho según las regiones, dependiendo de factores como las condiciones meteorológicas y el tipo de cultivo, los costes energéticos directos y no directos pueden suponer entre el 40 y el 50% del total de los costes variables del cultivo en economías avanzadas como la de Estados Unidos.